Dices que soy un mortal
espino
que
te hiere directo al pecho
para extraer la tinta indeleble
que
mi inspiración precisa.
Si,
deseo extraerte hasta el último latido,
porque
te has convertido para mí,
en
tierra irrenunciable,
vendaval
de pasión clavado aquí en mi pecho.
No,
no está la vida donde siempre la he buscado
sino
en tu sagrada tierra humedecida,
déjame
reflejarme un solo instante eterno en tus pupilas
sin
más horizonte que tus ojos y los míos,
universo
divino que ahora sé que solo es mío,
déjame
vivir lo que es la dicha,
antes
que la tarde caiga aquí en mi vida.
Nadie
en éste vida hilvanará tus sueños
como
los tejo yo sobre tu almohada,
con
el aroma a cardo humedecido
y un ligero polen de ceniza
Fragmentos del poeta FC y Akantha
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