Dices que sabes que la alondra vuela
en otros confines, y aunque de vez en
vez,
el gorrión le envía un suspiro
surgido de la nostalgia.
Prefiere estar libre, libre como el viento,
a permanecer en la jaula de sus
emociones seductoras,
porque los versos de la alondra
seducen
pero a su tiempo atrapan
y a la libertad condenan.
No, no supiste procesar y comprender que para mí
la libertad no tienen precio
para mí la libertad es el estandarte
que enarbola mi exánime existencia,
y yo te quería libre, libre como el
viento,
Te quería, corriendo como un río alborotado sin destino.
No te juzgo, quien soy yo para eso,
Pero el temor te ha atado y subyugado con
cadenas a la tierra,
Otra es la libertad de los que aman
sin prejuicio
no te diste cuenta que mi corazón era
la plegaria
en el oráculo tardío de tu vida
Era una blanca alondra que aleteaba en tu ventana
e ingresaba a cobijarse en tu pecho
en cada amanecer era una sorpresa
nueva
y te iba confesando una a uno sus
secretos
no te diste cuenta que era el fuego
eterno
que se iba instalado en tu lecho
Mientras tú dormías como un espíritu en tormento
ella besaba cada espacio de tu
cuerpo en un gimiente ruego
y tenía tiempo, todo su tiempo para
darte
para ingresar en tus sueños,
pero tu miedo no te permitió ser
libre ni para escoger
los barrotes de tu encierro, porque
esa libertad es una condena
Y la dejaste volar herida sumida en el nostalgia
y en el quebranto, y tú sabías el
dolor que le aquejaba
había recorrido la noche más obscura
de la tristeza extrema
y aún tenía sus alas rotas y no tuviste compasión,
si bien sabes que las aves vuelan
cuando tienen frio.
Y la dejaste volar por que tu corazón
fue un tempano de hielo
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