martes, 3 de marzo de 2015

Para decir adiós



En la penumbra del quebranto llegó un día oculta
en el misterio de su bruma
más su palidez en luz de luna, disipó su melancolía
y plasmó un cuerpo de fémina con alas de espuma

Ella, ofreció un océano de amor, de lujuria y de pureza
él, un torrente de pasión como un caudal cautivo por la duna
como caudaloso río aprisionado en una vasta presa
más ella lo envolvió en sus brazos, cual niño en una cuna

Se encontraron en los sueños
y danzaron igual que las lenguas de una pira
fundieron sus entidades y volaron en la libertad,
sin dueño mientras las hadas del bosque, ambientaban con la lira

¡Ah que hermosas vivencias oníricas! mágicas todas ellas,
entre nubes de algodón,
entre danzarinas luces de luciérnagas
que dibujan estelas a su rededor

Ella, habló del amor que atesora idolatría
el, fue parco, sumiso, con recelo pero risueño
ella cimentó el mayor ánimo para encumbrar la algarabía
él, caminó por el sendero sin alterar su comprometido empeño

Una alondra canta entre los ramales mecidos por el viento 
revolotea junto al ventanal de un hombre íngrimo
él se acerca al diáfano cristal y lo empaña con su aliento
el ave canora vuela allá muy lejos y se pierde en su horizonte íntimo donde el sol del vetusto día se muere con aroma a incienso
y de la profundidad de aquel hombre se escapa un pertinaz suspiro, 

para decir adiós…
                               como el crepúsculo



de: Fernando Castellanos para Akantha



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